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CineOnline - Ema (2019): experimentación y nuevas formas de expresión

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En la primera fecha del Ciclo de Cine On Line, presentamos Ema, de Pablo Larraín. Ambientada en Valparaíso, la película narra la historia de Ema (Mariana Di Girolamo), una muchacha de veintitantos años dedicada a la danza, que debe enfrentar las consecuencias haber decidido junto a su esposo, Gastón, (Gael García Bernal), devolver al Sename el niño que habían adoptado hace casi un año.

Siempre es valorable, en cualquier ámbito de la creación artística o producción cultural, ver a realizadoras y realizadores de contenidos intentar abrir nuevos caminos a partir del lenguaje establecido. Grandes movimientos surgen desde motivaciones estético-culturales que, en diálogo con un contexto histórico, culminan en procesos que representan la realidad de un momento y espacio territorial y/o ideológico determinado. El cine es ejemplo tangible de esta aseveración. Distintas corrientes han surgido desde la mirada colectiva, con creadores que buscan plasmar en sus películas cierta realidad cultural desde una mirada común, y donde el ejercicio estético y la experimentación en el uso del lenguaje cinematográfico han sido fundamentales.

Chile no ha estado exento de este acontecimiento, siendo el movimiento del Nuevo Cine Chileno de los ‘60s y ‘70s probablemente el más representativo, que en su momento buscó romper con la hegemonía del gran cine de estudio, a través de historias que retrataban problemáticas sociales de nuestro territorio.

Ya con el retorno a la democracia, tomó tiempo para que el cine chileno lograra encontrar cierta homogeneidad, tanto temática como estética, en el lenguaje y estilo. Fue entrando al siglo XXI, cuando se pudo acceder a un conjunto de obras que guardaban cierta relación, mostrando su interés en personajes individualistas y algo inconexos de su realidad social, magnificando su soledad y crisis existenciales. Además, por lo general pertenecían a sectores acomodados.

Esta manera de plantear el cine -al que el teórico Carlos Saavedra denominaría como “Cine intimista chileno”- proliferó entre variados realizadores y realizadoras, como Matías Bize (En la Cama, La Vida de los Peces), Alicia Scherson (Play), Sebastián Lelio (Navidad) e, incluso, Andrés Wood (La Buena Vida). Pablo Larraín (Santiago, 1976), el cineasta nacional más reconocido internacionalmente en la actualidad, forjaría sus primeros pasos dentro de este movimiento, auque no de forma tan evidente, con películas como Fuga (2006), Tony Manero (2008) o Post Mortem (2010) . Un sello que le acompaña hasta hoy, pero del cual pareciera no sentirse interpretado.

Y es que Ema (2019), dirigida por Larraín, es un nuevo intento de desmarcar su cine de la premisa intimista presenta, de una u otra forma, en su obra. Esta permanente búsqueda se puede ver a través de distintas decisiones en sus anteriores películas, por ejemplo, el uso de contextos históricos determinados (trilogía de la dictadura: Tony Manero, Post Mortem, No), centralizando el relato en personalidades históricas (Neruda, Jackie); o al incorporar temas contingentes (El Club, Ema). Sin embargo, siempre son las crisis internas de sus protagonistas las que movilizan el relato, generando en algunos la idea de cierta gratuidad o uso por conveniencia de estas determinaciones. Y Ema, su más reciente filme, no escapa de esta aseveración. 

Ambientada en Valparaíso en -lo que pareciera ser- el año 2019, la película narra la historia de Ema (Mariana Di Girolamo), una muchacha de veintitantos años dedicada a la danza, que debe enfrentar las consecuencias haber decidido junto a su esposo, Gastón, (Gael García Bernal), devolver al Sename el niño que habían adoptado hace casi un año. Sin embargo, el tránsito que recorre la película está lejos de retratar un drama social o político sobre la compleja temática que toma, más bien lo utiliza como punto de partida para hablar de los demonios internos y la autoflagelación de la protagonista en torno a su decisión. La cinta indaga en una interesante puesta en valor de elementos del imaginario contracultural juvenil del sector en el cual Ema se desenvuelve: reggaetón, poliamor y arte callejero son temas que el director pareciera sublimar sin tapujos.

Al poner en valor este contexto, Larraín compromete también su propio uso del lenguaje cinematográfico, transforma su modo de trabajar la disciplina. Este uno de los puntos más destacables y valorables: ver como un director ya consagrado en la industria nacional busca reinventarse creativamente. Un vestuario y paleta de colores fuertes y llamativos que trabajó junto a la directora de arte Estefanía Larraín, con un resultado que contrasta con los colores fríos y estética deslavada de su anterior filmografía. O una dirección de fotografía con Sergio Armstrong a la cabeza, que genera una atmósfera visceral y poco naturalista, de los entornos de Ema, permitiendo al espectador adentrarse en una experiencia que a veces apuesta más por lo sensorial que lo argumentativo. Veremos escenas que definen los espacios emocionales y físicos de la protagonista con recursos como la estética del videoclip, hasta la utilización exacerbada de elementos simbólicos como el fuego,  demostrando que el realizador no escatimó en utilizar nuevos elementos cinematográficos para representarlos 

El problema subyace en la manera de establecer un mundo y construir a los personajes lo habitan, más anclado al estilo tradicional del director y que no logran dialogar de manera fluida con la búsqueda de una propuesta estética disruptiva del filme. Di Girolamo interpreta un complejo rol principal, autodeterminado, pero a la vez indescifrable y distante que ni el mismo Larraín pareciera comprender, pero que asertivamente tampoco permite al espectador juzgarla. Este distanciamiento cae en algunos lugares comunes de la construcción de lo femenino y lo masculino, y la exploración de la sexualidad, y hacen presumir una lejanía inherente y hasta generacional entre el realizador y el mundo que buscaba representar. No es por nada que sitúa a los personajes en Valparaíso, mito de ciudad que refugia a una juventud desenfrenada. Hay momentos que rompen con el verosímil del relato, recurriendo a viejas fórmulas del cine de su autor, muy enmarcadas en el núcleo intimista de su obra, además de elementos del melodrama, que terminan por ser utilitarios para la generación de un clímax y desenlace esclarecedores del conflicto.

Con todo, no deja de ser interesante cómo esta película establece el cuestionamiento entre la validez de las manifestaciones artísticas de una llamada baja cultura -el reggaetón, en este caso- en contraposición con una supuesta alta cultura. Pablo Larraín, en diálogo con el mismo ejercicio que realiza estrenando esta película, deja en claro que no hay que temer a la experimentación y nuevas formas de expresión.

 

 

Puedes ver EMA de manera online y gratuita en el siguiente link:
https://ondamedia.cl/#/player/ema-1

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Visto 5961 veces Modificado por última vez en Martes, 14 Abril 2020 22:19